igualan con tus ojitos
preciosos como un brillante;
yo deseo ser tu amante
cansado de suplicar;
tus labios son de coral,
eres una miniatura,
moriré yo de amargura
si tú me dejas de amar.
66.
Desde que murió mi madre
todo el mundo me atropella;
aunque tenga la razón
siempre me encuentro sin ella.
Murió mi madre, ¡ay de mí!
¡para mí que desconsuelo!
pero vuelvo y considero
que para morir nacimos;
señores, ¿qué me hago yo
si el sentir es natural?
Aunque fuera irracional
justa razón me darán;
de lo que he perdido ya
no lo volveré a encontrar.
Yo no creo que hay dolor
en el mundo que se iguale,
que es la muerte de una madre
para un hijo un gran dolor;
dadme consuelo Señor
para un golpe tan directo
como no he de llorar
si ella me crió a sus pechos.
Lloro un bien que ya perdí.
¿Dónde lo volveré a hallar?
Porque un bien que se ha perdido
no se volverá a encontrar;
madre, la que me crió
fué la que me dió la leche
madre, la que me tuvo
nueve meses en su vientre,
como la he perdido ya
no la volveré a encontrar.
De mi hermano yo no sé
que me tiene olvidado a mí;
parece que no hemos nacido
ni me tiene por hermano;
me trata como un tirano
y él nunca a mí me ha querido;
lloro un bien que ya he perdido.
¿Dónde lo volveré a hallar?
67.
Te he de adorar y querer,
dulce prenda hasta la muerte;
aunque dejara de verte
más firme siempre he de ser.
Adorado hechizo mío,
no pierdo las esperanzas,
en mí no ha de haber mudanza,
jamás te echaré en olvido;
en mi pecho tengo un nido
en donde te he de esconder
con mucho gusto y placer,
que de verlo es lo más cierto;
todavía después de muerto
te he de adorar y querer.
No es lisonja lo que digo
que es una pura verdad;
sólo Dios me privará,
mi bien, el hablar contigo;
yo a morir por ti me obligo
en cualquier lance de muerte,
y de llegar a ofenderte,
mil muertes me desearía,
y más firme te querría,
dulce prenda, hasta la muerte.
Yo sería un Salomón
en adorar tu hermosura;
por gozar de tu ternura
sería más fiel mi afición;
y considerando el valor
del amor que te prometo
yo siempre he de quererte
aunque el mundo se opusiera;
más firme y constante fuera
aunque dejara de verte.
66. See No. 30, where all the strophes are octavas instead of décimas. Although we do not find in the Porto-Rican collection any regular series of octavas, it seems that the popular poetas or cantadores compose octavas also, and the décimas are confused with them. As we have said in the preliminary notes, compositions composed of series of octavas with the introductory quatrain are found, in the Spanish literature of the Classic period, side by side with the décimas.