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Cuentos Populares de Guatemala. 485 como me considero que soy el unico humanitario y de buen coraz6n en la ciudad, puedo mandar a regalarle lo que se me antoje, comprar los terrenes, lograr las mujeres mds hermosas; pues Senor Sacra-Real, no he dejado nada por ver, de lo cual me tiene a las 6rdenes. Soy Gipiles Rosetales. — Pues llevas la pena de que por medio de que eres rico y que todo lo haces, quiero que te alistes porque en el camino que va para la orilla de la ciudad hay un tunel muy grande al cual nadie ha podido darle fin y td que eres rico y que todo lo haces, preparate para meterte en el. — Senor, contest6 el rico, no tengo inconveniente si uste me concede el permiso de cinco anos, muy buenas y elegidas carnes y conservas y una buena maquinaria porque es probable que tenga que hacer estos esprimentos^^^ con todo cuidado y preparativo. — Todo se te concederi, dijo el Rey, con tal que me des cuenta clara de lo que mires por aquella soledad. Partfo Gipiles Rosatales quedando convenidos los verdugos que dieran cable conforme se necesitara y que el les anunciaria al llegar a terreno s61ido por medio de un timbrazo. Los verdugos convenidos estaban trabajando ddndole cuerda y el cambiando a cada momento el mimero de la inacabable cuerda. Al cabo de un mes de caminar dia y noche, lleg6 a terreno solido, pero todo era una horrible oscuri- dad. Luego hizo uso de la maquinaria para determinar el camino, sinti6 hambre, prendi6 el reverbero y tom6 cafe y luego se puso en marcha. A los ocho dias de caminar bajo aquella oscuridad, deter- min6 media luz que entraba por una grieta. Fu6 grande su alegria al ver que existia alii la luz del dia y que aquellos horizontes y lugares eran extensisimos y las aves muy grandes y diferentes de las de su ciudad. Todo 6sto lo contemplaba el joven y lo escribia para darle cuenta al Rey, Seguia caminando y de repente iba a dar con rios caudalosos y mon tanas, lo cual no le preocupaba pues estaba dis- puesto a lo que viniera. El valor lo comprometia, pero nunca veia una persona para platicarle algo y preguntarle qu6 era lo que existia por aquel lugar tan desconsolado. Desesperado de no encontrar a nin- guna persona, se durmio y por medio del sueiio se le revel6 un pajaro que le dijo : — No desmayes en el valor que llevas, pues estas pr6ximo a llegar al palacio encantado. Inmediatamente se puso en marcha por la indicacion del sueiio y al poco de caminar descubri6 el palacio encantado a una distancia como de una le£ua. Poco tiempo despu^s, lleg6 a la puerta principal del palacio y vi6 aquellas riquezas de la puerta de entrada. Todo lo vio y toco, pero nunca vi6 una sola gente para preguntarle de las cosas que existian por ahi ; cuando vi6 unas manos que pasaban por un cristal de roca de parte del palacio y de repente se form6 una mesa con unos manjares ^^ Experiencias.