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Journal of American Folk-Lore.

y preparamos las eras
donde el tomate abundante,
y con sus rayos alegra
y con su luz centellante.

Se siembran muchos repollos,
coles, nabos y perejil;
se da el rábano, es decir,
y el tabaco se hila en rollos;
al recibir el descollo
de un astro que nos alegra,
permanece en esta tierra
un manantial de placer,
desde el Oriente hacia fuera
nos da luz, calor y sed.

82.

Yo salí de Colobó
a coger unos juelles a Vieque;
si no llevo mi machete
me dan más palos que a Dios.

Cuando llegué al Puerto Real
yo me encontré arrepentido,
entre tantos enemigos
no me atrevía a pestañear.
Raimundo con un puñal,
Tomás se me molestó,
Patricio me examinó,
hizo de cabo de marina;
al verme entre tanta ruina
yo salí de Colobó.

Salió Juan el de Barbina
con sus barcos de la playa,
con todo el pecho gritaba:
— Soy comandante de marina.
Ahora se te examina
y pagarás tu delito.
Y Don Peregrín de Vito
me metió en un precipicio,
por ir sin tener permiso
a cojer juelles a Vieque.

Me ajotaron trece perros,
me iban a descuartizar;
y a mí me costó llamar
a "Colorado" aduanero.
Mano-Mundo el carcelero
mandó por la comisión;
vino negro el juez mayor
y el detectivo Vicente
me iban a dar en reunión
si no llevo mi machete.

Yo le dije: — Caballero,
estoy entre la justicia.
Nieves se moría de risa
cuando llegó el pasajero.
— Si no te embarcas ligero
juro que te ha de pesar;
allí viene el cabo Tomás
con "Cuenco" el ejecutor.
Si me dejo manganear
me dan más palos que a Dios.

83.

Antero compró una yegua.
¡Lo cara que le costó!
Polo se la cogió a medias
y se fué al caño y se le ahogó.

Una yegua tuerta y flaca,
coja, manca y de mal trote,
luego con un pasmarote
de la crin hasta las ancas;
un aretín que le canta
miserere en las costillas,
con piojos y con vejiga,
las orejas de una legua,
para revender rodillas,
Antero compró una yegua.

Polo le dijo: — No Antero,
Démela a media a las crías.
La llevo a la compañia
y engorda como camello.
Tengo que pegarle el sello
no se vaya a esgaritar,
Tú no me la vas a robar,
confianza a su amo mató;
no me canso de pensar
lo cara que le costó.

Mire, si me la va a dar
no lo consulte con nadie.
Bendita reina, ¡ay mi madre!
¡qué mucho voy a gozar!
Mandaré a hacer un disfraz
que me cueste un buen piquito,
me compro un muñequito
que ya tengo el tragalegua;
para el día de Santiaguito
Polo se la pidío a medias.

Dijo Toribio: — Usted vea,
ésa yo la garantizo,
tiene un paso que es preciso
y un taconear que marea;