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Journal of American Folk-Lore.

y nos verá confundidos
en tu número de sabios.
No pronuncie nuestro labio
la insolente maldición
al ofuscado español.
Leguémosles a la historia.
No olvidando su memoria
es nuestro anhelo mayor.

Jamás de Washington pueblo,
de Lincoln noble figura,
do esta la sepultura
de McKinley, un hombre nuevo,
que siguió con fé de bueno
de Monroe la buena intención.
Es americano honor
seguir doctrinas tan bellas
el calor de tus estrellas
¡oh glorioso pabellón!

105.

Bajo tus verdes palmeras,
cuantos suspiros lancé
Borinquen, cuanto lloré
por la libertad de mi tierra.

Como en quimérico sueño
libertad te concebía,
y oculta voz me decía
sigue, sigue en tus empeños.
Libre será el borinqueño
me decía el ave parlera,
y su hermosa cantinela
sólo yo la comprendía,
y un consuelo recibía
bajo tus verdes palmeras.

Hubo veces que creí
la libertad imposible,
y entonces martirio horrible
se apoderaba de mí.
¡Qué triste es vivir así
con férrea cadena al pié,
y ver ceñido el laurel
en la frente del tirano!
Pálida la de mi hermano
cuantos suspiros lancé.

Calumniados y ofuscada
España no comprendía
que si algo noble aquí había
eran los que cara a cara
sus defectos censuraban;
sin pactos con interés
de la luz y la luz brilló después
por las armas de la unión.
¿Y hoy? triunfa la razón;
Borinquen, cuanto lloré.

Aquel que libre ha nacido
no estorba la libertad
¡Por qué había de escatimar
América lo ofrecido?
Ese pueblo que fué ungido
el más libre de la esfera
¿ha de amortiguar la hoguera
en que vivimos hermanos?
Dadnos con pródiga mano
la libertad de mi tierra.

106.

En el lejano destierro
mucho sufre el desterrado,
lejos del hogar preciado
por fuerte mano de hierro.

Apurando amarga copa,
amargo trago cruento,
para la vida en momento
el infeliz destinado.
Este tiempo ya ha pasado
no oprime mano de hierro;
concibe hermano cerebro
que esta patria es tuya hoy,
y que Betances murió
en el lejano destierro.

Borinquen, tus hijos doctos
todos fueron perseguidos.
Blanco de ellos, el más querido,
Ruiz, Belbes, el doctor Goico,
Eugenio María de Hostos,
Acosta el capacitado,
Padilla el caribe amado;
el gran Selis Aguilera
Sufrió de misma manera.
Mucho sufre el desterrado.

Hoy ya otro sol nos alumbra
con poético destello.
Veo mi cielo más bello
y el despotismo en la tumba.
Oigo la brisa que zumba;
libres seremos al cabo.