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Porto-Rican Folk-Lore.
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sufre con resignación
si me llegan a matar;
yo muero siendo inocente
en tan triste situación.

111.

Con un horrible puñal
pudo quitarse la vida;
viendo la señora herida
daban ganas de llorar.

Él se llamaba Isaías,
según lo que yo he leído,
él se hallaba decidido
a cometer la avería;
cuando en el suelo se veía
herida toda de igual
no se podía parar
en el suelo que se hallaba,
y la vida se quitaba
con un horrible puñal.

Él se encontraba en su casa
un día por la mañana;
la hora estaba fijada
de cometer la desgracia.
Él salio y dijo: — Ingrata,
no quieres ser mi querida, —
dándole las dos heridas
en el cuerpo gravemente,
y el pobrecito realmente
pudo quitarse la vida.

Creo que es la perdición
para el hombre la mujer,
según esto para creer
cuando llega la ocasión;
por no ir a la prisión
se arrebataba la vida.
La pobre madre en seguida
prontamente en los momentos
decía: — ¡Qué sufrimiento!
viendo la señora herida.

Él se dió dos puñaladas,
las dos en el corazón;
eso causaba terror
cuando la curia llegaba,
y ambos a dos los llevaban
en seguida al Hospital.
El no se pudo salvar,
según lo que yo he leído;
sobre el crimen ocurrido,
daban ganas de llorar.

112.

Como Dios es poderoso
y sabe lo que se hace,
no hay quien pueda librarse
de la estrella con que nace.

El Licenciado Herminio Díaz
unido a Parra cayó
por Alberto Román lucho;
Alberto vió si salvarlo podía
y Canales en compañia
luchaba sin tener reparo;
tres abogados ansiosos
porque le salven la vida,
y Ramón dijo en capilla:
Como Dios es poderoso.

Ramón cerca de la cruz
en la capilla atrancado
decía: — Dios le dé salud
a Herminio Díaz, mi abogado,
por lo mucho que ha luchado
y por mí hubo de matarse,
y siempre debe agradecerse
aunque salvarme no pudo;
si la ley manda al verdugo
El sabe lo que se hace.

Herminio Díaz se marchó
a donde el Gobernador,
a ver si podía sacar
de Ramón la salvación,
y el dió la contestación:
— Ya no hay nada que esperar
y tendrán que ejecutar
de doce a una de la noche.
Y dijo Ramón entonces:
No hay quien se pueda librar.

En presencia del verdugo
dijo Alberto: — Muero inocente, —
y contestó su abogado:
— Román, pórtate valiente.
El lo miró sonriente
y decía en amables frases:
— Román, hubo de acabarse
si mi desgracia prosigue.
Dijo: — Ya no hay quien se libre
de la estrella con que nace.