Cuando salimos del pueblo
todos quedamos asombrados,
unos salían por pardos,
otros salían por chiquitos;
más palidad no se ha visto
en este triste desierto;
esta verdad yo la cuento,
no tengo porque esconderme;
que a veinticuatro de noviembre
nos vinos el susto a nosotros.
Yo viendo la cosa mala
le metí mano a mi moño,
y le dí de arriba para abajo
que me parecía un demonio.
Me valí de San Antonio
para ver si me escapaba,
y cuando menos pensaba
nos vino el susto a nosotros.[1]
Siña Paula viendo esto
prontamente metió mano
y le presentó a maneco
que parecía un gusano.
— ¡Oh! — dijo un escarabajo,
de esos que molacheas tienen.
El coronel dijo breve: —
— Váyase pronto a su casa
porque habrá una desgracia
a veinticuatro de noviembre.
131.
Abajo pena de muerte,
abajo pena de muerte,
abajo pena de muerte,
abajo pena de muerte.
Como Dios es poderoso
siempre salva al inocente.
Dieron inmediatamente
para Alberto absolución,
y se vi6 en la confirmación
claro y eminentemente,
aunque declaró realmente
que él no era el criminal;
por eso vamos a echar
abajo la pena de muerte.
Todito el buen borinqueño
que a la patria sepa amar
nunca debe de aceptar
un vil indisciplinado;
eso no es ser borincano,
ni patriota consecuente
querer desastrozamente
leyes en contra del pobre.
Y gritemos con ardores:
— Abajo la pena de muerte.
Todo el buen borincano
que a su isla sepa amar
debe de oponerse a echar
a esa ley por el suelo;
esa ley no la queremos,
una ley tan indecente;
matan a un hombre inocente,
ya nos matan como perros;
y esto lo discute un ciego
abajo la pena de muerte.
132.
Por causa de las maniguas
se pierden los jornaleros;
así que pierda la vida,
entonces dejaré el juego.
Le dije al Corregidor
cuando me mandó buscar
que ni mi padre había podido,
el juego hacerme dejar.
Yo no dejo de jugar
aunque pierda la vida,
y si la justicia no mira,
que el juego no lo puedo dejar
a mí me tendrán que ahorcar
por causa de las maniguas.
Hombres de sabiduría
y de toda la grandeza,
los veo por las malezas
con la baraja escondida.
Esa es toda mi alegría
cuando me encuentro en el juego;
cuando no tengo dinero
me voy por el mundo a robar,
por eso la autoridad,
persigue los jornaleros.
Si al tribunal me llevaran
delante del juez mayor,
131. See Nos. 29-36.
VOL. 31. — NO. 121. — 24.
- ↑ Incomplete.