te asomarás al cementerio
y verás mi tumba abierta;
te asomarás a la puerta,
verás el cadáver mío;
en tierra se ha convertido
y polvo se volverá;
entonces tú llamarás
sobre mi sepulcro frío.
Yo sé que varios profetas
para quitarme la entrada,
y si esto se declara
va a haber mucho sentimiento,
malos pagos, menosprecios;
no me los hagas a mí,
mira que yo soy por ti,
hasta ponerte a mi lado,
porque sé que a ti te han contado
que no me quieras a mí.
155.
Juana, graciosa morena
de veintiséis de febrero,
de ojo como lucero,
de mejillas de azucena,
en cuya frente serena
se refleja tu alma pura,
haz perdido la hermosura
de tu rostro angelical
desde que vió de Pascual
la simpática figura.
Pascual, joven arrogante
de unos veintidós años,
de ojos hermosos y garzos,
bigote negro y brillante,
alegre, fino y galante,
divertido, decidor,
ha perdido el buen humor
desde que cierta mañana
conoció a la bella Juana
prototipo del candor.
Él es pobre y ella es rica;
aunque se amaran con pasión,
su destino y posición
entre ambos no justifica
ya que su amor no se explica
de este modo lo realiza.
Dios castiga la pobreza
como un crimen inaudito.[1]
Los padres de nuestra bella
no quieren que se ame a ella
un joven sin porvenir.
Más quieren verla morir
víctima de aquel tormento
que dar su consentimiento
a uno que no es su igual;
que si ella tiene metal
él solo tiene talento.[2]
Viendo Pascual que su Juana
jura amarle hasta la muerte,
por ver si cambia la suerte
piensa partir a la Habana,
aunque no de buena gana,
y el pecho lleno de hiel,
jurando siempre ser fiel,
se despide esta pareja;
ella sentada en la reja
y al pié de la reja él.
— ¿Me amarás con frenesí
amarás a otro en vida?
— Adiós, Juana querida.
— Adiós, Pascual adorado,
hoy me apartan de tu lado;
cuanto siento esta partida.
Tres años han transcurrido
desde que la hermosa Juana
vió partir para la Habana
a su Pascual tan querido.
¡Oh! también el dulce olvido
fué calmando su pesar;
aunque juró no olvidar
a su Pascual, juró en vano,
pues a otro amante su mano
entregó al pié del altar.
El mismo día en que Juana
se unía con lazo santo
hizo Pascual otro tanto
con una rica Cubana.
156.
A ninguna he de querer,
todas me causan enfado;
nunca me he de ver casado;
siempre soltero he de ser.
Las Anas son melindrosas,
Micaelas feas y vanas,
156. The first three verses of the quatrain are repeated in as many strophes.