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Porto-Rican Folk-Lore.
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van tus hermanos unidos;
todos vierten suspiros
en esta ausencia terrible;
remedia los imposibles
ya que te has comprometido.

Cuando de casa saliste
no dejes de comprender
que has de morir por la ley,
pues a eso te ofreciste;
no temas a los invites
que te den tus enemigos,
que yo de acá te bendigo
y ruego a Dios por tu suerte;
por mal que llegues a verte,
no te muestres afligido.

Sufrir las enfermedades,
ya que Dios te las ha dado,
hijos, estamos obligados
a hacer lo que Dios mandare;
tú nunca te desampares
de la religión un rato;
llámate a todos los Santos
y asistan en tu compañia;
después que te veas en campaña
trata de cumplir el salto.

174.

A la una nací yo,
a las dos me bauticé;
a las tres supe de amor,
y a las cuatro me casé.

Empezando por el uno,
por el dos y por el tres,
en el cuatro me paré
y en el cinco me confundo.
Hombres que andan por el mundo
gozando de su juventud,
versadores como tú,
no llegan a este destino.
Por eso yo me persigno
por la señal de la cruz.

175.

Mujer de las piernas finas
brinca como cabro alzado,
y el que se casa con ella
anda siempre espabilado.

Si algún día me diere intento
de tratar alguna de ésas.
en la puerta de la iglesia
en seguida me le arrepiento.
Y si el cura, por ejemplo,
me dice que es calabaza,
le digo, — Padre, esta taza,
que la salga otro a vender,
que yo no quiero tener
mujer de las piernas finas.

176.

Yo quisiera ser soldado
y cumplir nueva campaña,
para irme para España,
sobre el mar salado.
Quisiera estar sepultado
en donde nadie me viera.
Ahora si me atreviera
a derribar nuevas columnas,
pa buscar nuevas fortunas,
que a casarme no me atrevo.

177.

Me puse a estregar un negro
por ver que color cogía,
y entre más lo estrujaba
más negro se me ponía.
Un día, por la mañana
yo no amanecí de humor;
le dije al peón de la casa:
— Traeme morta y tráeme ron,
y tráme un escodrillón;
y una tina de acero;
y por ver que color cogía
me puse a estregar un negro.

El alquitrán marítimo
yo también mandé a buscar,
y hasta espuma de la mar
para estrujarlo muchísimo.
El diablo negro negrísimo
nunca cambiar pretendía;
hasta que reparé un día
su fuerza menoscabada;
y viendo lo que pasaba
mas prieto él se ponía.

178.

Señor Alcalde chusmero,
cumpla con su obligación,
que usted se parece a un ratón
vestido de marinero.
En el pueblo es lo primero