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Journal of American Folk-Lore.

Al niño del cielo
que bajó a la tierra
le regalo incienso,
me inspira tristeza.

¡Gloria en las alturas
y en la tierra amor!
¡gloria en las alturas
al Hijo de Dios!

Le pedí aguinaldo
a una cruz por ver;
me dió los tres clavos
del niño Manuel.

Adiós que me voy,
que me voy diciendo,
que viva, que viva
la casa y el dueño.

237.

Desde el Ceboruco
hasta el Emperao
venimos cantando
este aguinaldo.

Allá adentro veo
un plato tapao;
quiera Dios que sea
arroz con melao.

238.

Esta casa tiene
las puertas de acero;
los que viven en ella
nobles caballeros.

Esta casa tiene
sala y corredor,
y por dentro tiene
la luna y el sol.

Esta era la casa
que decía yo,
donde se paseaba
el niñito Dios.

Yo pido aguinaldo
por aquel que está
en el cielo divino,
lleno de piedad.

Si no te despides
me despido yo
con bonitas voces;
señores, adiós.

239.

La dueña de casa
que salga pa afuera,
con cuchillo en mano
partiendo cazuela.

Demen mi aguinaldo
si lo han de dar,
que la noche es corta;
tenemos que andar.

La dueña de casa
yo la quiero ver,
porque me han dicho
que es como un clavel.

Nosotros venimos
todos en pandilla,
y lo que queremos
que nos pongan sillas.

Si no te despides
me despido yo
con bonitas voces
señores, adiós.[1]

240.

¿Qué te cuesta a ti
María del Carmen
entrar a ese monte,
derramar tu sangre?

San José tenía
el libro en la mano,
y con esto adiós,
porque ya nos vamos.

¡Qué bueno es el sueño!
¡qué bueno es dormir!
ya parió la Virgen
y yo no la ví.

Los Reyes se fueron,
no los vimos ir;
el año que viene
los veremos venir.

  1. Same end as in No. 238.