86.
Con el tiempo y un ganchito
no pierdo las esperanzas
de comprar un caballito;
esto es de veras, no es chanza.
Sembré una tala de café
y tenía como tres cuadras;
fueron tales mis enfados
que volví y los arranqué;
y le juro por mi fé
mi suerte fué muy fatal;
después sembré un yautial
para hacerme de unos chavitos;
espero hacer capital
con el tiempo y un ganchito.
El dinero que tenía
yo lo metí a una jugada,
y mis mismos camaradas
me alistaron en un día;
me hallé con un policía,
caballero de mi confianza,
me examinó sin tardanza
y me llevó a la alcaldía;
yo estando preso decía:
— No pierdo las esperanzas.
Cumplí mi primer campaña
como Cristo en el Calvario,
y me daban de diario,
en plata corriente daban,
doce centavos que en caña;
me los comía en un ratito
y yo dije: — Jesucristo
Dios y hombre verdadero,
¿dónde encontraré el dinero
para comprar un caballito?
Cuando cumplí mi condena
le dije: — Hermano Narciso,
quiero que me dé permiso,
voy a sembrar berenjena;
si yo la cosecho buena
me aplicaré a la labranza,
y usted verá que mudanza
voy a hacer en mi conducta;
si la cosecha me gusta
esto es de veras, no es chanza.
87.
Me quejo porque me duele,
que si nó, no me quejara.
¿Cuál es aquél que se queja
sin que no le duela nada?
María sufre un desmayo
a los piés de un Redentor
y le dice con primor:
— No hay mal que dure cien años;
hijo mío, yo te acompaño
a la tierra donde fueres.
— Madre mía, usted no puede,
porque voy para la cruz
y le respondió Jesús:
— Me quejo porque me duele.
A los piés de un ronco pito
vide yo a mi Redentor;
los judíos con primor
sin darle ningún delito;
San Juan deja por escrito
que Marco le dió en la cara;
a San Jose le agradaba
decir María, con ternura;
yo me quejo de las criaturas
sin que no les duela nada.
Me puse a considerar
lo que mi Dios padecía;
dice su madre María:
— El cuerpo me hace temblar.
Aquel divino azahar
que a su voluntad lo deja
su madre se desmadeja
y les dice a los pecadores
María llena de dolores:
—¿Cuál es aquél que se queja?
Cuando yo andaba de noche
entonces sí que gozaba
porque se viste de luto
la calle por donde andaba;
la Magdalena lloraba
y le decía a San Facundo:
No hay quien se queje en el mundo
sin que no le duela nada.
88.
Soy un pescador de fama
cuando cojo un cordón,
lo mismo mato el jurel
pargoguasa que la sama.
La liza es peje[1] veloz
que en las orillas del río
desafía con poderío
- ↑ Spanish pez