palabras dulces y claras.
Diciendo, no digas papá,
aprende a decir papá.
No quiero que digas, — No sé,
ni tampoco digas, — Sí sé,
porque aquél que te conoce
de tus palabras se ríe.
— Puquí — tampoco se dice
que es cosa de antigüedad.
El progreso sigue ya
por montañas y colinas.
Se dice — así — y no — asina, —
y aprende a decir papá.
Cuanto no anhela un padre
por tener un hijo honrado;
y que sea bien educado
es un capital muy grande.
Se regocija la madre
en ver que a la escuela va,
y el maestro allá le da
lecciones de educación;
y con palabra de amor
aprende a decir papá.
149.
No es el caudillo Maceo
el que en las conciencias vive;
quien copa aquí es el Caribe,
el ron que en todo himeneo
todo bautizo o bureo
inflama toda mejilla,
y enoblece a quien se humilla,
pues en Borinquen y el Ande
con Caribe es siempre grande
todo aquel que se arrodilla.
Que hay un Bolívar no importa,
mientras aquí alienta y vive
impertérrito el Caribe;
ningún otro ron soporta;
la multitud siempre absorta
con Caribe todo inunda,
que en su alegría profunda
proclama de noche y día
que aquí toda madre cría
con Caribe que fecunda.
Ron magnífico, sin par,
si el Titanic se perdió
fué porque su quilla hendió,
no Caribe, sino en el mar.
Ron que es gloria de este lar,
su más noble y pura gloria,
ron que hace digna a la historia,
pués en ella un genio escribe
para un palacio un Caribe,
y éste ganó la victoria.
Porque a todo pecho inflama
y alienta los Carvajales,
al rodar por peñascales,
y a Vieques llevas a llamas.
Tú que alientas a las damas
desde Fajardo al Rincón,
desde Vieques al Limón,
y de Aguadilla a Manabo,
no admites ningún esclavo,
pués contigo libres son.
150.
Sobre la campanilla,
debajo del paladar,
empezaré a pintar
la flor de la maravilla;
pínteme usted las cabrillas,
las estrellas y luceros,
como corren por el cielo,
por debajo de las nubes;
esa cantidad que sube,
diga usted, señor platero.
Sus labios son de coral,
sin que los toquen los dientes;
yo le pondría una fuente
con los chorros de cristal,
el que los vaya a mirar
quede con gusto y placer;
diga si lo puede hacer
poniendo en todo sentido,
y dirá por lo que pido
el oro que es menester.
Sus dientes son reformados
toditos de perlas finas,
que han de llevar por encima
un casquillito agraciado;
sus encías encarnadas,
vaya, todo muy bonito,
y veis en los sacrificios
como cosa singular,
que a mí me sobra caudal
para estampar un besito.